Se ha hecho habitual comparar el cerebro con un ordenador o el ordenador con el cerebro. Parece tan común que nadie podría discrepar de la metáfora. Parece tan ajustada que nadie la discutiría sino por el placer de discutir y matizar eruditas y sutiles diferencias. Pero yo no creo que sea así, las diferencias entre un cerebro y un ordenador son tan abismales que me asombra esa alegría en asimilarlas.
Este verano, aprovechando el tiempo para leer publicaciones pendientes, me encontré con un párrafo que me incitó a recopilar otras informaciones leídas anteriormente para reflexionar acerca de este asunto:
«De todas las metáforas ingenieriles utilizadas en neurociencia, la computadora ha sido la dominante. Sin embargo, podría ser un error: si bien es la más popular en los libros de texto cuando hablan del cerebro, las teorías de la computación (tal como se sustancian en el modelo de Turing o la arquitectura de computadoras de Von Neumann, que separa los procesadores de la memoria) han tenido muy poco éxito a la hora de proporcionar una comprensión biológica de la función cerebral o una guía experimental para el neurocientífico.»
[Partha Mitra «¿Está la neurociencia limitada por las herramientas o por las ideas?» En Investigación y Ciencia 502 julio 2018]
Veamos primero las diferencias más evidentes. Para ello me guiaré de un artículo publicado en 1981 en una recopilación de «Investigación y Ciencia» titulada «El Cerebro». Es un articulo de Crick F.H.C. que comienza en la página 222. Crick expone tres puntos fundamentales: Las computadoras son mucho más frágiles que el cerebro, mucho más sensibles a un posible fallo en sus componentes; las computadoras trabajan de forma binaria, el cerebro es capaz de modular sus interacciones:
«Los elementos que componen una moderna computadora son muy fiables, pero la remoción de sólo uno o dos de ellos puede trastornar todo el proceso de cálculo. En cambio, las neuronas del cerebro son comparativamente menos de fiar pero la eliminación de una pequeña cantidad de las mismas no es probable que produzca ninguna diferencia perceptible en el comportamiento. …/… La computadora trabaja ateniéndose a un código estrictamente binario. El cerebro parece guiarse por métodos de señalización menos rigurosos; en cambio, ajusta probablemente el número y la eficiencia de sus sinapsis, por complejos y sutiles procedimientos, para adaptar su operación a la experiencia. De ahí que no haya por qué sorprenderse de que, si bien la computadora puede hacer con rapidez y exactitud largos y complicados cálculos aritméticos, tarea para la que estamos pobremente dotados los humanos, nosotros seamos capaces de reconocer configuraciones de maneras a las que ninguna computadora actual puede ni siquiera aproximarse.»
[Crick F.H.C. «El Cerebro» Libros de Investigación y Ciencia Ed. Labor Barcelona 1981 Pg. 222]
Francisco Mora en el libro «¿Cómo funciona el cerebro?» (2002) presenta las diferencias entre el ordenador y el Sistema Nervioso; en resumen son estas:
- «Cada cerebro es único en tanto que sus conexiones representan la historia de su desarrollo individual y la experiencia a lo largo de su andadura vital. … Esta variabilidad individual intrínseca al sistema no es ‘ruido’ o ‘error’ sino que afecta la manera en que el sistema funciona».
- Las conexiones cerebrales «partiendo de ciertos núcleos establecen conexiones difusas en grandes áreas que lo alertan y le hacen capaz de distinguir procesos importantes en el medio ambiente y refuerzan las sinapsis en este proceso.»
- El cerebro tiene un «constante y recursivo intercambio de señales en paralelo entre distintas áreas recíprocamente interconectadas … un intercambio que coordina constantemente la actividad de estas áreas tanto en el espacio como en el tiempo.»
En un ordenador podemos distinguir siempre entre «hardware» y «software» (el «hardware» es lo que golpeas y el «software» la causa). En un sistema nervioso no existe esta diferencia, tanto nuestros «programas» como nuestra «memoria» se articulan formando estructuras neuronales que cambian y se reorganizan a cada momento, por lo que no podemos distinguir entre el «hardware» y el «software» porque todo es «hardware».
Aprendizaje y nuevas conexiones
Pongamos que aprendemos a conducir: al principio no podemos atender a todas las tareas que requieren nuestra atención pero, en pocos días, notaremos una gran diferencia; hemos empezado a aprender, hemos automatizado algunas de las tareas de manera que ya no requieren nuestra atención directa. Esta automatización ha consistido en la modificación de nuestras conexiones neuronales de manera que hemos formado nuevos circuitos, estos circuitos no están aislados ni son inmutables, se reforzarán y mejorarán cuanto más los usemos y se debilitarán si dejamos de usarlos porque las neuronas implicadas pueden ser reclutadas para intervenir en otros circuitos adyacentes más activos. Esto, trasladado a un ordenador, supondría que cada momento y en todo momento se estaría recableando, modificando sus circuitos, cambiando su hardware.
Cuando guardamos datos en un ordenador (un documento, una foto, música, …) lo convertimos en una cadena de unos y ceros que se graban sobre un soporte magnético o magnetizable, aprovechando la capacidad de estos materiales de conservar su polarización positiva o negativa; para recuperar la información revertimos el proceso y obtendremos siempre exactamente lo mismo que hemos grabado, por supuesto con la ayuda de algunos algoritmos para corregir posibles errores. Nuestra memoria no funciona así, ni por lo más remoto:
«… lo que la memoria almacena es el efecto que los sucesos diarios tienen en nuestro cerebro, el sentido que tienen para nosotros, las emociones que despiertan, etc. Eso es lo que le interesa al cerebro, y no la realidad tal como es.»
[Francisco J. Rubia «El cerebro nos engaña» pg. 183]
Aunque existen muchos misterios con respecto a su funcionamiento exacto sí tenemos algunas certezas. Podemos decir que nuestra memoria no guarda nada sin un «peso», todo cuanto almacenamos tiene su carga emocional y la persistencia del recuerdo depende, en gran medida, de la fuerza de esa emoción (con independencia de si es positiva o negativa). Existen otros factores bien conocidos desde los inicios de la psicología, como son el tiempo que ha pasado y la frecuencia con que se repite el suceso, pero el peso emocional del recuerdo es una distinción fundamental:
«El primer dispositivo, la emoción, permitió a los organismos responder de forma efectiva, pero no creativamente, a una seria de circunstancias favorables o amenazadoras para la vida: circunstancias «buenas para la vida» o «malas para la vida», resultados «buenos para la vida» o «malos para la vida». El segundo dispositivo, los sentimientos, introdujo una alerta mental para las circunstancias buenas o malas y prologó el impacto de las emociones al afectar de manera permanente la atención y la memoria. Finalmente, en una fructífera combinación con los recuerdos pasados, la imaginación y el razonamiento, los sentimientos condujeron a la aparición de la previsión y a la posibilidad de crear respuestas nuevas, no estereotipadas.»
[Antonio Damasio «En busca de Spinoza» pg. 94-95]
Nuestra memoria no tiene necesariamente que ser «exacta» porque se ha desarrollado en un entorno en el que el incremento de la supervivencia suele premiar con el aumento de la descendencia por lo que, aquellos individuos cuya memoria sea más efectiva para maximizar la supervivencia tendrán más descendientes que heredarán estas características:
«Queremos que el dolor sea breve y el placer dure. Pero nuestra memoria, … ha evolucionado para representar el momento más intenso de un episodio de dolor o de placer (el pico) y las sensaciones que tenemos cuando el episodio concluye.»
[Daniel Kahneman «Pensar rápido, pensar despacio»]
En definitiva: no, nuestro cerebro no se parece en nada a un ordenador. Primero porque no tiene software y hardware, todo es hardware, además, nuestro cerebro sólo es una parte de un sistema nervioso que se extiende por todo el cuerpo. Segundo porque este «hardware» se está modificando constantemente y recibiendo modulaciones químicas y físicas que modifican su funcionamiento. Y tercero porque nosotros tenemos «emociones» y estas emociones son una parte fundamental de la memoria y de los procesos de toma de decisiones, pero eso es otra historia …