Los últimos días de este mes de agosto de 2019, todos los medios de comunicación nos han mostrado como noticias destacadas los numerosos incendios que se han producido en varios puntos de España. También han sido noticia incendios en diversas zonas del planeta -Congo, Siberia, Alaska- pero los que han causado mayor alarma son los que todavía están arrasando grandes extensiones de la selva del Amazonas.
¿Qué perdemos con los incendios del Amazonas?
Como se puede ver en la siguiente infografía, elaborada por la Fundación Biodiversidad, las cifras son devastadoras. Sin embargo, parece que aún nos cuesta asimilar la magnitud de las consecuencias que la desaparición de la diversidad biológica de esa zona tendrá a nivel global.
Los incendios del Amazonas han generado una gran cantidad de información, datos, estadísticas, informes de expertos, cuyo propósito era exponer la magnitud de la situación y las consecuencias que tendrá a corto, medio y largo plazo. Sin embargo, ha habido informes y opiniones al respecto para todos los gustos, voces de alarma por un lado y despreocupación por otro, lo que ha ocasionado una desinformación de tal calibre que hay sectores de la población que le quitan importancia a estos hechos y no le prestan la atención que precisa lo que está sucediendo.
Hay quien manifiesta que los incendios son un recurso natural y necesario para la regeneración del suelo y la vegetación. Por otro lado, también están los que dan la voz de alarma ante lo que consideran que se trata de un daño irreversible para los ecosistemas, y que los incendios son provocados por humanos y obedecen a intereses puramente económicos. Cada vez que visito el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, lo que procuro hacer con frecuencia, pienso cómo es posible que alguien quisiera destruir algo de tan extraordinaria belleza.
ODS – Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030
No es mi objetivo entrar en juicios de valor al respecto. Creo que hemos llegado a un punto en el que no es cuestión de enzarzarse en debates, sino que deberíamos pasar a la acción. A estas alturas es evidente que estamos destruyendo el planeta, y no tenemos otro de repuesto. No se trata de pensar que dentro de 50 o 100 años muchos de nosotros ya no estaremos aquí y «que lo solucionen los que vengan después». Es nuestra obligación preservar nuestro entorno y recursos naturales en condiciones óptimas para generaciones futuras.
Por todo esto, quiero hacer un llamamiento desde aquí para que entre todos demos mayor difusión a los ODS 2030, los 17 objetivos para transformar el mundo, cuya Agenda 2030 para el desarrollo sostenible fue aprobada por la ONU en 2015. Y recordemos, especialmente en estos momentos, la número 15, cuyas metas 15.1 y 15.2 fijaron unos objetivos para 2020 (sí, eso es dentro de unos meses) y que parecen estar completamente olvidadas o al menos da la impresión de que no se está haciendo lo suficiente.
Objetivo 15:
Gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad.
No dejemos todo enteramente en manos de los gobiernos y sus dirigentes. Debemos involucrarnos más. Pequeños gestos y cambios de conducta marcan diferencias. Los ciudadanos somos quienes debemos gobernar nuestras vidas y decidir en qué sociedad queremos vivir y qué mundo queremos dejar a los niños y jóvenes de hoy y de futuras generaciones.
Esta es mi pequeña contribución, espero que surta el efecto deseado.