En lo que a calendarios se refiere, los pequeños errores pueden acumularse y perpetuarse en el tiempo. El calendario juliano -el calendario predominante en el mundo cristiano desde el año 46 a.C.- fue una mejora sobre el calendario republicano romano al que reemplazó, pero resultó ser 11 minutos y 14 segundos más largo que el año tropical (el tiempo que emplea el Sol en volver a la misma posición, visto desde la Tierra). El resultado fue que el calendario tenía un desfase de aproximadamente un día por cada 314 años.
Uno de los problemas más apremiantes causados por el error fue la creciente dificultad de calcular la fecha de la Pascua (Domingo de Resurrección), que el Consejo de Nicea del año 325 había decretado que debía ser el primer domingo después de la primera luna llena después del equinoccio de primavera, que en ese momento cayó el 21 de marzo. El aumento del desfase entre la fecha establecida por el concilio y el equinoccio de primavera (equinoccio vernal) real se observó en el siglo VIII, o quizás antes, y una serie de propuestas de reforma se presentaron ante los papas en la Edad Media. Pero no se adoptó ninguna medida, y el calendario Juliano, por defectuoso que fuera, siguió siendo el calendario oficial de la iglesia cristiana.
En su sesión de 1562-1563, el Concilio de Trento aprobó un decreto pidiendo al Papa que solucionara el problema con la implementación de un calendario reformado. Pero tuvieron que pasar otras dos décadas antes de encontrar una solución adecuada y ponerla en vigor. Después de años de consulta e investigación, el Papa Gregorio XIII firmó una bula papal en febrero de 1582 promulgando el calendario reformado que se conoció como el calendario Gregoriano. Las reformas se basaron en las sugerencias del científico italiano Luigi Lilio, con algunas modificaciones del matemático y astrónomo jesuita Christopher Clavius.
Los diez días que desaparecieron
La parte más surrealista de la implementación del nuevo calendario se produjo en octubre de 1582, cuando se eliminaron 10 días del calendario para trasladar el equinoccio de primavera del 11 al 21 de marzo. La iglesia había elegido el mes de octubre para evitar saltarse las principales festividades cristianas. Por consiguiente, en los países que adoptaron el nuevo calendario, la festividad de San Francisco de Asís del 4 de octubre de 1582 fue seguida directamente por el 15 de octubre. Francia hizo la transición en diciembre de ese año.
Sin embargo, algo tan complejo como implementar un nuevo calendario no podría funcionar sin algunas complicaciones. Los países protestantes y ortodoxos no quisieron seguir las directrices del Papa, por lo que se negaron a adoptar el nuevo calendario. El resultado fue que la Europa católica -Austria, España, Portugal, Italia, Polonia y los estados católicos de Alemania- saltaron repentinamente 10 días por delante del resto del continente, por lo que cruzar una frontera a menudo significaba avanzar o retroceder en el calendario.
Con el tiempo, los países no católicos comenzaron a adoptar el calendario Gregoriano. Las regiones protestantes de Alemania y los Países Bajos cambiaron en el siglo XVII. Gran Bretaña y los territorios del Imperio Británico hicieron lo mismo en 1752, extendiendo el calendario gregoriano por todo el mundo.
Texto adaptado del artículo original publicado en Enciclopædia Britannica.