El deporte, tal como lo ejercitamos en nuestras sociedades occidentales, no existe en sociedades de cazadores recolectores o de agricultores de subsistencia. Recordemos que, desde antes de que existiera nuestra especie hasta el neolítico, éramos cazadores recolectores y luego, poco a poco, la mayoría de las sociedades pasaron a una agricultura de subsistencia.
Cómo ha cambiado la posibilidad de obtener calorías
A lo largo de nuestra historia (como especie) la adquisición de las calorías necesarias para hacer funcionar nuestro cuerpo ha sido un trabajo costoso. Solo en los últimos tiempos y en lugares muy concretos nos encontramos con que podemos obtener todas las calorías que queramos a un coste muy bajo; se da la paradoja de que la parte más pobre de nuestra sociedad suele tener más problemas de sobrepeso, por una alimentación de menor calidad, pero muy calórica, muy rica en grasas y azúcares.
La carencia tradicional de calorías en nuestra historia evolutiva, hace que su ahorro haya quedado impreso en la base fisiológica de nuestro comportamiento. Por ello, tenemos tendencia a mantenernos en reposo, así como una apetencia natural por los productos ricos en ellas.
El problema es que la obtención de alimentos siempre había supuesto un ejercicio físico que ahora no es necesario. Podemos levantarnos de la cama, montarnos en el coche y pasar el día trabajando sentados, para volver a casa y acomodarnos en el sofá hasta la hora de volver a la cama. Bien, pues esto es un problema porque, igual que la evolución ha formado nuestro cuerpo para ahorrar energía, también lo ha preparado para soportar el ejercicio necesario durante los trabajos que nos llevan a obtener más energía.
¿Cómo almacenamos la energía sobrante?
La medida que se emplea para comparar el gasto energético es conocida como NAF (nivel de actividad física) y se calcula como el cociente entre la cantidad de energía que se gasta durante 24 horas y la que se usaría para mantener el cuerpo si no te levantaras de la cama. Siguiendo a Daniel E. Lieberman1 vemos que las medidas para un oficinista están entre 1.4 y 1.6, para trabajadores de fábricas, agricultores en países desarrollados o trabajadores de la construcción estará entre 1.7 y 2.0. Los cazadores recolectores se encuentran alrededor del 1.9 en hombre y del 1.8 en mujeres; un agricultor de subsistencia estaría en 2.1 para los hombres y 1.9 para las mujeres.
A lo largo de nuestra historia evolutiva también se han producido una serie de modificaciones que conspiran para que engordemos. Se presume que hemos vivido periodos de hambruna y otros de abundancia de alimentos (debidos a la caza o al carroñeo). Esta sucesión de periodos se podría aducir como la causa de una serie de modificaciones fisiológicas, como la disminución de la sensibilidad a la insulina en nuestro tejido muscular y el aumento de la sensibilidad en nuestro tejido adiposo (lo que ha favorecido la formación de grandes depósitos grasos), la evidente adaptación a emplear con eficacia esos depósitos grasos como fuente de energía y una, no menos importante, modificación en los receptores de una hormona que nos informa de que estamos saciados, de manera que recibimos la señal de que estamos saciados con mucho retraso.
Carbohidratos, proteínas y grasas sobrantes son convertidas en grasa en última instancia y parece que esto nos ha salvado, en el pasado, por lo que acumularlas no debería ser un problema, pero el caso es que lo es. La grasa se acumula en unas células específicas que se llaman adipocitos, estos adipocitos no aumentan en cantidad al aumentar la grasa sino que aumentan en tamaño y aquí es donde está el problema: al inflarse como globos su membrana termina soltando una serie de sustancias al torrente sanguíneo (citocinas) que son consideradas por el sistema inmune como signo de daños y desencadenan una respuesta defensiva, una inflamación generalizada.
¿Qué ocurre cuando hacemos ejercicio?
Si hacemos ejercicio, sin duda gastaremos mucha más energía pero no por eso vamos a adelgazar, las cosas no son tan simples. Nuestro organismo conspirará para conservar energía aumentando las ganas de descansar, aumentando el apetito y de otros modos mucho más sutiles (en los que no quiero entrar ahora). Si alguien espera adelgazar solo con ejercicio que se olvide, aunque hacer ejercicio tiene ventajas por sí mismo, se adelgace o no.
Durante un ejercicio normal agotamos las reservas energéticas disponibles (ATP), comenzamos a gastar las de uso rápido (glucógeno) y puede que empecemos a usar las grasas. Pero, y aquí está lo más importante, también se producirán daños acompañados de inflamación en el tejido muscular y una gran oxidación en todas las células implicadas en el consumo de energía.
Las reparaciones son la clave, en el proceso producimos una gran cantidad de antioxidantes endógenos2(2) y una cantidad muy superior a la necesaria de antiinflamatorios.
Si tenemos en cuenta que nuestros músculos representan una tercera parte del cuerpo, entenderemos por qué el ejercicio es muy útil. Y eso que no hemos hablado de otros beneficios. Como que la reparación muscular produce un reforzamiento mejorando el propio músculo y otros sistemas, que también se ven beneficiados, como el sistema óseo, el cardiovascular y el inmunitario.
Los efectos de la actividad física en nuestro organismo
El Standford Runners Study, realizado por James Fries en 1984, tenía como participantes a 900 personas de más de 50 años que fueron estudiados durante 21 años. Los participantes no bebían mucho, no eran obesos, pocos fumaban, 500 hacían deporte y 400 eran el grupo de control; los resultados:
“… los no corredores tenían más del doble de probabilidades de morir de cardiopatía, más o menos el doble de probabilidades de morir de cáncer y más del triple de probabilidades de morir de enfermedades neurológicas. Además, su probabilidad de morir por culpa de infecciones como la neumonía era diez veces mayor que en el caso de los corredores. ../.. la pérdida de capacidad funcional en los no corredores se produjo a un ritmo el doble de veloz que en los corredores, lo que indica que el cuerpo de un corredor era aproximadamente quince años más joven, ../.. eso no significa que la actividad física sea una fuente infalible de juventud, y tampoco retrasa la muerte por el hecho de evitar el envejecimiento en sí. En vez de eso, la actividad física pone en marcha un conjunto de mecanismos que aumentan las posibilidades de mantenerse sano con el paso de los años, al retrasar la senilidad y evitar muchas enfermedades crónicas …”
Lieberman, Daniel E. (2021) Ejercicio, Ed. Pasado & Presente (Pg. 312)
A la vista de los resultados de este estudio, es evidente que el ejercicio es beneficioso para nuestro organismo. En posteriores artículos intentaré entrar más en detalle sobre por qué y cómo se producen estos beneficios.
- Lieberman, Daniel E. (2021) Ejercicio, Ed. Pasado & Presente (Pg. 41 y 42). ↩︎
- “En una revisión exhaustiva publicada en 2007 se examinaron 68 ensayos clínicos que comparaban los efectos de los antioxidantes recetados habitualmente, como la vitamina C, y los de los placebos en más de 230.000 personas. Tres o cuatro estudios señalaron una modesta mejoría, pero en el resto se observó que los antioxidantes no proporcionaban ninguna ventaja o que incluso aumentaban el riesgo de fallecimiento. ../.. El equipo de Ristow pidió a 40 hombres jóvenes sanos, de diferente condición física, que se sometieran a cuatro semanas de ejercicio supervisado. La mitad de los participantes fue tratada con dosis altas de vitaminas C y E, mientras que la otra mitad recibió un placebo. Tal como se esperaba, las biopsias musculares que se realizaron antes y después de las sesiones de ejercicio mostraron que la actividad física provocaba mucho estrés oxidativo, pero aquellos que habían tomado antioxidantes sufrían más daño oxidativo porque su cuerpo producía cantidades mucho más pequeñas de sus propios antioxidantes” Lieberman, Daniel E. (2021) Ejercicio, Ed. Pasado & Presente (Pg. 305) ↩︎