Recuerdo el primer día que llegué a mi hogar. Mamá me llevaba en sus brazos envuelto en una sabanita. Recuerdo que me abrazaba con miedo de apretar demasiado y poder hacerle daño a ese pequeño ser, tierno y calentito, que la miraba con sus ojitos marrones. Y papá cargado con todo las cosas necesarias para un recién llegado tan especial.
Me colocaron en mi camita y desde ese momento me convertí en el centro de todas sus atenciones: ¿tendrá frío? ¿tendrá hambre? ¿qué hacemos si se hace pis…o caca? La primera noche mamá y yo la pasamos en vela, mis lloros no la dejaban conciliar el sueño. Yo me sentía reconfortado cuando ella se levantaba y me acariciaba, mientras me susurraba palabras que yo no comprendía, pero el sonido suave de su voz me tranquilizaba… durante un ratito.
Vivencias y momentos para el recuerdo
Los meses siguientes fueron una sucesión de acontecimientos, descubrimientos y aprendizaje para todos: Mis primeros dientes [¡qué dolor!, tenía que morder cualquier cosa que se pusiera a mi alcance], mi primera salida al parque, mi primer baño, mis juguetes favoritos, mis primeros pasos, ¡la altura insalvable del escalón de 15 centímetros para salir al jardín!, mis dolores de tripita.
Cuando crecí y me hice grande, muuuy grande, más que la mayoría de mis amigos, mamá lamentaba no poder cogerme en sus brazos y achucharme como antes, aunque seguíamos disfrutando jugando en el jardín, simulando peleas, revolcándonos por el suelo, jugando al pilla-pilla… Pero, por encima de todo, lo que más disfrutaba eran las salidas al campo, pasear por la ribera del río, el lanzamiento de piedras y palos y mis chapoteos en el agua.
El adiós
Hoy hace justo un año que me marché para siempre. Mamá no encontraba consuelo, lloró durante días, y todavía le vienen lágrimas a los ojos cuando ve algo que le recuerda a mi. Lo único que la reconforta un poco es pensar que cuidó siempre de mi bienestar y que me dio todo su amor. No me cabe duda: fui un perrito afortunado.
Loki
Golden Retriever
23-junio-2006/17-marzo-2017